Anécdotas de librera: descubre por qué una librería es un espacio de intercambio y complicidad
No es porque sea librera y viva entre libros, pero hoy quiero reafirmar que una librería es un espacio fascinante, que invita a la comunicación, al intercambio y a la complicidad.
Creo que los libros despiertan una especie de llamada interior en los lectores. Ver tantos libros juntos es un estímulo a descubrirlos y a querer llevarse uno para abrazarlo con el acto único que es la lectura. Siendo entonces un lugar de búsqueda personal, donde se puede encontrar un “tesoro”, la librería es el sitio donde librero y lector viven una experiencia particular.
Bajo el título Anécdotas de Librera he recogido algunos momentos vividos con lectores en mi Librería Itinerante de libros de segunda mano. Son minis crónicas que suceden frente a los libros. Me encanta contarlas porque son instantes de pura espontaneidad que muestran el impulso de diálogo que los libros inspiran.
Hoy te invito a descubrir por qué una librería es un espacio de intercambio y complicidad. ¡Pasa y lee nuestras nuevas anécdotas librescas!
(1)
Un chico explora las mesas con cierta ansiedad, sus ojos se mueven indecisos sobre los libros.
-Hola, recomiéndame un libro, -pide-.
-¿Qué te gusta leer?
-No me gusta leer.
(Me quedo sin palabras, sonrío y lo interrogo con la mirada). Él también suelta una risa nerviosa y franca:
-Es que me tengo que obligar, así que recomiéndame uno, por favor.
(2)
Me dice una señora en tono confidente: “Tengo en casa un libro pequeñito, de Cervantes. No me acuerdo del título, pero tiene la letra tan pequeña que hay que leerlo con una lupa. Es una monada. Nada, que quería decírtelo”.
(3)
Este es un lector que lo tiene claro desde el principio.
-Quiero un libro que esté bueno.
-¿Qué te gustaría leer? ¿Cuentos, una novela, algún clásico…?
-No sé, uno que esté bueno.
(4)
Una mujer permanece largo rato curioseando entre los libros. Al rato comenta, entre apenada y cansada: “Vengo solo a mirar lo que tienes, porque con esto del virus quiero leer pero no me puedo concentrar”.
(Inquietudes como esta se han repetido mucho entre los lectores después del confinamiento).
(5)
Una señora mira los libros con atención, en silencio. Al rato, intento ayudarla:
-Hola, ¿qué tipo de libro te gusta leer?
-A mí nada, pero a mi hija, mucho. Por eso es que estoy pegando un vistazo.
(6)
Ver a un adolescente convencer a su padre de que le compre un libro de Julio Verne y ver a los dos marcharse sonriéndose mutuamente… no tiene precio.
(7)
Tras dar varias vueltas alrededor de las mesas, una mujer inicia el diálogo:
-Busco un libro para regalar.
-¿Sobre qué tema?
-Pues no sé.
-¿Qué le gusta leer a esa persona?
-No lo sé, muchas cosas.
-¿Es alguien que no conoces?
-Qué va, es mi marido.
(8)
Es un mediodía de verano y un hombre se demora frente a las mesas, observando los libros. Al rato, comenta: “Iba a comprarle un libro a mi mujer, pero cuando le pregunté cuál quería, me respondió que hace demasiado calor para leer”.
(9)
Fue una venta realmente rápida:
-Quiero un libro.
-¿Qué quieres leer?
-Me gusta la intriga, pero no que abran un cadáver y digan lo que hay adentro. Ni de amor tampoco, que son muy empalagosos. Quiero un “libro, libro”. Listo, me llevo este de Ken Follet.
(10)
Un hombre llega a la librería por primera vez y va al grano:
“Quiero un libro de religión, pero tú sabes, que yo comprenda”.
(11)
Una mujer estaciona el carro de la compra frente a las mesas, mira los libros y comienza a contarme: “¿Sabes que en mi casa tengo un libro que tiene las hojas finitas, delgadas, como papel de seda? Creo que es de esos libros que hay que leer, pero a mí no me ha llegado el momento de leerlo todavía”.
(12)
El pasado 13 de noviembre una clienta se aproxima al puesto sonriendo. Hace un día gris y lluvioso en Castalla y los libros están cubiertos con un plástico transparente. Las ventas brillan por su ausencia.
-Hola, ¡feliz día de las librerías! -me saluda-.
-Hola, ¡gracias!
-He venido especialmente para celebrarlo contigo porque me imaginé que no tenías mucha gente por la lluvia. ¡Venga, que me llevo dos libros!
(La emoción me hizo un nudo en la garganta).
(13)
Tengo la parada llena de clientes y mientras atiendo a uno, estoy pendiente de otro en la esquina opuesta. Se trata de un chico como de 15 años. Veo que abre un libro y lo hojea. Se lo muestra a un adulto que lo acompaña. El adulto responde algo y se aleja. Enseguida, el muchacho devuelve el libro a la mesa y se retira cabizbajo. Más tarde me acerco a mirar el texto elegido, que reconozco por su cubierta verde: era El libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges.
Cierro con esta anécdota que nos recuerda los tiempos de pandemia mundial que nos afectan:
(14)
Una clienta frecuente suspira mientras hace planes en voz alta: “Hoy me llevo por lo menos dos, que no quiero que me pille otro confinamiento sin lecturas”.
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¿Te han gustado estas crónicas breves? Déjame un comentario sobre lo que opinas de las librerías como lugares de encuentro. Te invito a visitar nuestra librería para compartir un momento especial rodeados de libros de ocasión. ¡Allí nos vemos!