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Cuatro Cosas Que Me Ha Enseñado El Oficio De Librera

Cuatro cosas que me ha enseñado el oficio de librera

Mientras leía el Manifiesto por la lectura de Irene Vallejo, me topé con esta preciosa definición de librerías y bibliotecas: son “hospitalarias guaridas de papel”. Me saltó el corazón en el pecho y pensé, sí, yo tengo un lugar así, abrigado y con alma de refugio donde el amor por los libros es la fórmula de intercambio constante.

Cuatro años como librera me han enseñado que es un oficio que da más ilusión que dinero. Eso lo sabía al iniciar este camino. Lo que no sabía es que esa ilusión se nutre de una comunidad incansable, que incluso a pie de calle -porque la nuestra es una librería ambulante– acude a esa guarida a buscar algo más que una lectura y también a dejar huella en la librera.

Hoy quiero compartir contigo las cuatro cosas me ha enseñado el oficio de librera.

A escuchar y aprender de los lectores

La mayoría de los lectores espera que les ofrezca una recomendación sobre su próxima lectura. Es parte del trabajo que hago: leer e informarme para prescribir.
Sin embargo, muchísimas veces son ellos quienes me “presentan” un libro, creando una lúcida retroactividad que nos anima mutuamente y alimenta el “vicio” de leer.
Como no puedo leer todo lo que quisiera y me gusta escuchar voces alternativas a los críticos literarios y editores, gracias a esos consejos espontáneos he descubierto intereses, estilos, temas, autores y títulos que amplían mis referencias. Mi propio criterio, sumado a la observación y al filtro que cariñosamente me regalan esos “lectores de toda la vida”, me permite acertar mejor respecto a cómo, cuándo y a quién recomendar un libro.

 

A disfrutar las reacciones que provoca la presencia del libro

Ver libros en la calle sorprende a muchas personas. Animados por el asombro y un grato desconcierto se acercan a la parada a preguntar: ¿y, esto? ¿una venta de libros en la feria? ¿desde cuándo hay libros en el mercadillo? ¿y la gente lee?
Muchos, después de reaccionar, nos regalan un “gracias por estar aquí”. Otras veces la extrañeza inicial cede paso a la conversación y así, poco a poco, se inicia una charla que más tarde se convierte en visita asidua e incluso en amistad entrañable.
En tiempos digitales, cuando todos llevamos el móvil como una prótesis, que una librería ambulante atrape miradas, comentarios solidarios y gestos de fascinación «en vivo», es fuente de alegría. Como diría mi abuela, me alborota el espíritu y me confirma que el libro de papel sigue “vivito y coleando”.

Lectores de Abre un Libro

Nuestra comunidad de lectores disfrutando un rato entre libros.

 

A compartir con el lector el encanto del libro de segunda mano

Dos ventajas indudables tienen los libros de segunda mano.
Una es su precio. El coste del libro de ocasión permite a lectores de todas las edades, especialmente a los más jóvenes, adquirir un ejemplar que no pueden permitirse comprar nuevo. Como librera, siento que acompaño al lector en su alivio económico. He visto a más de uno saltar de emoción -literalmente- al hallar esa novela, “¡la que quería!”, al alcance de su bolsillo.
El otro atributo es lo que yo llamo su encanto, esa característica de libro leído que suele conquistar a muchos lectores. Judith, una de nuestras asiduas, nos explica lo que significa para ella:
“Las librerías de segunda mano son importantes porque venden libros que tienen su historia interna (creada por el autor) y su historia externa (creada por la persona que los ha leído). Admito que son una alternativa de ahorro, ya que por ser “usados” son más baratos. Pero a la vez, siento que son más especiales. Cuando encuentro una marca o una nota en un libro de segunda mano pienso que en algún momento, otra persona, con un interés compartido, interpretó la misma lectura que yo. Para mí, esa es una sensación mágica”.

 

A constatar que un rincón con libros es un refugio, no importa su tamaño o dónde esté ubicado

Todos los amantes de los libros conocemos el embrujo que provoca una librería establecida en un local, con sus estanterías llenas de lomos y cubiertas, invitándonos a permanecer allí por horas.
Que ese mismo efecto también lo provoque una parada con cuatro mesas de libros en la calle, es maravilloso constatarlo. Cierto día, una lectora me dijo, “perdona que esté tanto tiempo, pero aquí es donde mejor estoy acompañada”.
Muchos de nuestros lectores, solos o en grupo, se detienen a mirar los libros y se quedan leyendo o hablando entre ellos sin mirar el reloj, al aire libre, en tiempos de sol o frío.
A las librerías -donde no hay prisas y la única avidez está en los ojos que recorren los títulos-, no solo se va a comprar libros. Es un lugar de reunión, un sitio para distraerse y un rincón para relajarse. Pero ¿qué tienen para despertar esa sensación de espacio acogedor?
Mi conclusión es que las librerías son como un pequeño reino, una especie de país de palabras, donde no hay fronteras, el sosiego se instala y todos son bienvenidos.
Y algo más importante. Es un lugar que destila futuro, que anuncia una maravillosa posibilidad: la de encontrar esa lectura especial que haga un poco mejor nuestra vida.

Ser librera me recuerda que estamos hechos de historias y que de alguna manera este oficio me ayuda a ponerlas al alcance de todo el que quiera darle una nueva oportunidad a un libro leído.

Como ves, Abre un Libro es una guarida compartida con muchos lectores. ¡Gracias por ser parte de ella!

Si quieres saber qué otros momentos atesoro de mi intercambio con los lectores, te invito a leer las anécdotas librescas que he publicado en este blog.

Y tú, ¿qué esperas de tu librera/o de confianza? ¿Cómo te llevas con ella/él? Si quieres, compártelo en los comentarios.

¡Nos vemos en nuestra parada de libros!

 

 

 

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