Anécdotas de librera: ¡el intercambio con los lectores alimenta nuestro trabajo!
Quien vende libros vive de historias: de las que están en el papel, a la búsqueda de un lector y también de las que recibe en su librería, sin esperarlas. Hoy quiero compartir contigo algunas de las que he acogido en mi rincón itinerante. ¡Pasa y lee!
A lo largo de este año y medio como librera, llevando mis libros de ocasión por distintos mercadillos y ferias de la provincia de Alicante, he tenido la oportunidad de compartir vivencias con los lectores que se aproximan a las mesas.
Sucede con frecuencia que frente al despliegue de libros, las personas reaccionan, preguntan y opinan. Se establece un intercambio de palabras y emociones que pone de manifiesto la pasión que moviliza a cada amante de la lectura.
Aquí comparto seis de esos breves episodios que me han regalado los lectores mientras atiendo mi librería itinerante en Alicante.
¡Te invito a disfrutar de las anécdotas librescas que he reunido y de lo que escucho entre libros!
(1)
Una anciana, apoyada en su andador, a paso lento y tenaz llega hasta la mesa de libros. “Ay, la vejez. Yo lo que quiero es salir y no puedo. La calle me llama y no tengo energía para caminar. Antes, salía todo el rato y ahora no puedo sino ponerme el batín y quedarme en casa. Bueno… la cosa es que para no ponerme tan triste, pues leo”. (Benalúa)
(2)
Una mujer joven detiene su paso raudo a la vista de la mesa de libros, parpadea como quien recuerda algo y se acerca. Su voz suena cautelosa.
-Hola, ¿te puedo donar mis libros?
-Sí, claro.
-¿Y no te importa que estén subrayados?
-No.
-Es que yo antes hablaba con ellos…
(Alicante)
(3)
Un grupo de adolescentes se acerca a la mesa y observa los libros. Uno de ellos coge La mosca de George Langelaan y pregunta de qué va. Se lo cuento. Abren mucho los ojos cuando les hablo del experimento de la teletransportación, la inesperada presencia del insecto en la cabina y la terrorífica transformación del hombre de la historia.
Se marchan. Una hora después una de las chicas del grupo vuelve con su padre, se acercan al libro, ella se lo muestra y repite lo que le he dicho. La voz de la joven vibra, sus ojos están muy abiertos esperando la reacción del padre. El hombre la mira a ella, me mira a mí y después sonríe. “Nos lo llevamos”.
(Torremanzanas)
(4)
Una mujer mayor se detiene frente a la mesa y se queda mirando los libros, sin verlos. Cuando levanta los ojos hacia mí están húmedos. “Es que a mi hijo le gustaban mucho los libros. Ahora él ya no está. Pero sus libros siguen en casa, y es como si estuviera”.
(Castalla)
(5)
Pasa una pareja abrazada frente a la mesa, a paso lento, acoplados. De pronto, ella frena, se deshace del abrazo en una fracción de segundo y literalmente brinca hasta el borde del puesto.
-¡Oye!, ¿pero qué te pasa, que me has soltado así? -exclama él sorprendido.
-Hombre, es que…¡son libros!
(Torremanzanas)
(6)
Y esta una de las peticiones más comunes, increíblemente frecuente: “¿Tienes un boli? Porque si vendes libros debes tener un boli”. 😉
¿Y tú, ¿cómo reaccionas frente a una venta de libros ambulante? Y, ¿qué vas a leer hoy? ¡Cuéntanos más en los comentarios!
Los comentarios están cerrados.
Que afortunada de vivir tantas pequeñas historias. La gente que ama los libros es especial. Que trabajo mas bonito tienes??. Un abrazo grande!. Nos vemos pronto!
Hola, M. Carmen. Gracias por tu comentario.:) Sí, lo más bonito es el intercambio con los lectores. ¡Un abrazo también para ti!