Mis reseñas de libros: Ordesa (Manuel Vilas)

El amarillo de la portada y el título del libro resultaban una incógnita. ¿Qué es Ordesa?, me preguntaba. Me aventuré en él y encontré a un narrador que rinde un noble homenaje a su familia y al paso del tiempo. Ahora sé lo que es Ordesa: es el lugar que realmente importa dentro de cada uno.

Retiré el libro de la biblioteca, me preparé un té verde y empecé a leerlo. Al poco rato pensé: pero, y esta intimidad, ¿por qué? ¿qué sucede aquí? Sentí pudor por estar asomándome a la vida del autor.

Hasta que llegué al apartado 37, página 97:

«Mi madre bautizó el mundo, lo que no fue nombrado por mi madre me resulta amenazador.
Mi padre creó el mundo, lo que no fue sancionado por mi padre me resulta inseguro y vacío.
Como no oiré sus voces nunca más, a veces me niego a entender el español, como si con sus muertes la lengua española hubiera sucumbido y ahora solo fuese una lengua muerta, como el latín.
No entiendo el español de nadie porque el español de mis padres ya no se oye en el mundo.
Es una forma de luto».

A partir de allí ya no estaba solo ante una crónica personal. La trama hablaba del escritor en primera persona, pero también de mí, de otros. Vi a mis padres, a mis hermanos, a mi abuela y a mis tíos. Miré a mis hijos en perspectiva. Tracé líneas donde antes había puntos. Descubrí imágenes sobre siluetas borrosas. Me acerqué al misterio reconfortante de la evocación.

Ordesa es un libro sobre la memoria y el amor. Es un relato autobiográfico que es implacable en su honestidad. El autor/narrador se entrega, por entero y a su modo, al recuerdo y propone un viaje a la sabiduría que encierran los vínculos, con todos sus pesares y alegrías. Es un canto al parentesco.

También ha supuesto para mí un paseo por al paisaje geográfico y social de España: un acercamiento a su historia reciente, con pinceladas de humor y desenfado.

Todo lo que está en Ordesa, la vida y la muerte, la fiesta y el descalabro, la cercanía y la distancia, la infancia y la madurez, incluso las fotos seleccionadas, está contado con bondad. Con infinita ternura, con clemencia y poesía. Su falta de reproches es lo que más me ha conmovido.

Vilas habla en su novela del «eterno regreso» en que vivimos. Qué dolorosa y entrañable manera ha encontrado para conducirme hasta allí. Ahora puedo hacer las paces con ese retorno que antes suponía un pesar. Puedo aceptar que hay cosas que no sé y nunca sabré de mis padres. Y duele menos. Y si duele, importa de otra manera. Hace reales a nuestros deudos y los engrandece en su justa dimensión.

«El hecho de que jamás puede volver a hablar con ellos me parece el acontecimiento más espectacular del universo, un hecho incomprensible, del mismo tamaño que el misterio del origen de la vida inteligente. Que se hayan ido me tiene en vela. Todo es irreal o inexacto o escurridizo o vaporoso desde que se fueron». (pág. 121)

Manuel Vilas no ha tenido reparos en abrir de par en par la ventana de su existencia. Ordesa es una confesión. Pero es posible que gracias a ese desparpajo, también logre abrir la de nuestras conciencias para mostrarnos el amarillo que nos habita: recuerdos, lugares, decisiones, amores, desencuentros, despedidas…

Un relato hondo, íntimo e irresistible, para conocernos mejor.

…/…

Ordesa – Novela
Manuel Vilas
Alfaguara
387 páginas